El Vallecito va dando líneas para investigar otros sitios arqueológicos con este tipo de manifestaciones, principalmente del estilo denominado La Rumorosa, caracterizado por figuras humanas digitadas, es decir, de grandes extremidades y, en particular, los dedos.
Así lo explica la restauradora Sandra Cruz Flores, responsable del Programa Nacional de Conservación de Patrimonio Gráfico-Rupestre de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC), área que ha sumado esfuerzos con el Centro INAH Baja California para dar atención integral a esa zona arqueológica, la única oficialmente abierta al público en esa entidad.
Las pinturas de El Vallecito fueron elaboradas con técnicas dactilares y con el empleo de pinceles y brochas, con una gama cromática en la cual predominan el rojo, el blanco y el negro, aunque también hay presencia de amarillo, ocre y naranja. Sus motivos, además de los antropomorfos, son geométricos, algunos de ellos relacionados con actividades chamánicas de los kumiai, quienes creen que en estos sitios moran sus ancestros y, por lo tanto, los consideran espacios sagrados que visitan periódicamente.
Las manifestaciones gráficas de El Vallecito se comenzaron a intervenir en 2013, pero el estudio para su conservación inició en 2010, mediante diagnósticos, análisis de laboratorio y el planteamiento del método de intervención, explicó Sandra Cruz, al referir que “se pusieron sobre la mesa todas las alternativas, en el ámbito de la conservación, para consolidar la roca que soporta las pinturas. Se hicieron pruebas, primero en laboratorio, enfocadas al material y tipo de alteración que tenían, y luego en campo”.
El lienzo pétreo sobre el que fueron hechos los murales de El Vallecito, detalló, es granodiorita, cuyos componentes minerales sufren un fuerte proceso de alteración en un medio extremo como la zona montañosa y desértica del norte de Baja California, donde en verano se registran los 50 grados y en invierno hay nevadas.
La restauradora explica que la dinámica entre los minerales y el medio ha provocado una alteración hidrotermal, la cual se manifiesta como microfracturas en la roca, misma que al llegar a su límite de resistencia mecánica, se disgrega y se separa en pequeñas capas, poniendo en riesgo la pintura. Por eso, el trabajo fundamental ha sido evitar que continúe la alteración del soporte pétreo.